REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA |
El consumo de Sustancias Psico-Activas (en adelante SPA) es considerado un problema substancial de salud pública puesto que produce un importante número de enfermedades, incapacidad y hasta muerte prematura, sus determinantes son tema de investigación desde diversas disciplinas, ya que desde la comprensión de éstos pueden surgir estrategias efectivas para su prevención. Es importante en la población adolescente joven ya que la prevalencia de consumo no sólo muestra un patrón de comportamiento creciente, sino que también la edad de inicio de consumo cada vez menor (OMS, 2004).
En la adolescencia se configuran las condiciones, que si bien son propias del ciclo, se convierten en condiciones de vulnerabilidad para el inicio del consumo de SPA, dichas condiciones se presentan en los distintos dominios del desarrollo, a nivel psicosocial: la necesidad de autoafirmación, de transgresión, de conformidad intragrupal, el rechazo a la vida adulta, la susceptibilidad frente a las presiones del entorno, la tendencia al hedonismo, el bajo nivel de tolerancia a la frustración, las perspectivas negativas del futuro, el presentismo; a nivel psicofisiológico: las transformaciones físico-químicas, la activación neurobiológica que ocurre con las spa y que resultan determinantes en el incremento y mantenimiento del consumo, y de los estados de ánimo, son características que conjugan un escenario de particular vulnerabilidad a explorar y adoptar el consumo de SPA (Maturana- Hurtado, 2006). Además, puede determinar un patrón de consumo que puede ser sostenido en el tiempo y, por lo tanto, con mayores barreras para el abandono ya que es en esta etapa en la que “emergen los patrones de consumo que se mantendrán a lo largo de la vida adulta” (Villar & cols, 2004. pp. 33) y, que constituyen el principal factor de riesgo en la aparición de enfermedades en etapas posteriores del ciclo vital. Así, entre menor es la edad de inicio del consumo, mayor es el efecto adictivo de las SPA, por lo que el abandono posterior presenta mayores barreras.
Otro aspecto de importancia en la problemática del consumo de SPA en adolescentes-jóvenes, es el alto nivel de influencia que ejerce el medio social sobre las acciones del joven, lo que es aprovechado por los agentes que promueven el consumo al presentar esta conducta como generadora de estatus social, poder, autonomía y madurez, que son algunos de los atributos que los adolescentes persiguen para definir el concepto de sí mismos (Poulsen & cols, 2002).
La población universitaria presenta características particulares, como por ejemplo, el acceso a las sustancias, al parecer, los estudiantes universitarios perciben mayor facilidad de acceso y consumo en los establecimientos educativos, y además, la percepción social frente al estudiante universitario que le avala el consumo de spa (Bayona y Cols, 2005), variables como el manejo autónomo del tiempo; acceso a recursos económicos, en contraste con la economía del escolar; mayor percepción de autonomía, parecen ser condiciones importantes que influyen sobre el consumo.
Es relevante entonces, comprender la magnitud del problema y las variables relacionadas con el consumo de SPA en esta etapa, y para ésta población, por lo cual, la evaluación de los aspectos psicosociales que determinan, directa o indirectamente esta conducta, brinda la posibilidad de realizar intervenciones efectivas que conduzcan a la adopción de conductas saludables, a la prevención del consumo de SPA y al abandono de las conductas de riesgo.
El problema a investigar es, entonces, el consumo de SPA en cualquiera de sus formas más recurrentes por parte de los adolescentes-jóvenes estudiantes universitarios, desde una descripción de la magnitud del consumo, que también se puede apreciar desde la información epidemiológica existente sobre prevalencia del consumo, morbilidad y mortalidad asociada. También, desde la identificación de las condiciones psicosociales más relevantes que se constituyen en factores de riesgo para el consumo, en tanto que al presentarse aumentan la probabilidad de consumo. Y, finalmente, es pertinente mostrar los efectos sobre la salud que están implicados en el consumo, bajo la categoría de daños asociados, dado que son consecuencias que afectan y generan detrimento sobre la salud, las relaciones, la convivencia y el desarrollo humano.
Así, el presente proyecto de investigación se enmarca dentro del paradigma epistemológico positivista, desde el campo de la psicología social de la salud, en la que la relación entre ambiente, conducta y salud es determinante, por lo tanto, parte de una concepción de la salud en el que se presentan diferentes fluctuaciones en distintos momentos de la vida, y que está determinado por unas condiciones básicas y mínimas, y sobre la consideración ecológica en la que el ambiente configura probabilidad de riesgo y protección, así las variables externas sociales; y de la misma forma, las variables personales aportan un valor probabilístico en esta configuración. A partir de esta consideración, la salud depende, en gran medida, de los estilos de vida que llevan las personas, mediados por variables de naturaleza biológica o cognitiva (valores, creencias, atribuciones y afectos) que determinan la adopción de conductas saludables y de riesgo, así como el abandono de las mismas. La metodología que adopta es cuantitativa, el diseño del estudio es descriptivo correlacional.
Justificación y Relevancia de la Investigación
La magnitud del consumo de SPA se puede dimensionar a partir de los datos epidemiológicos disponibles de fuentes secundarias, de acuerdo con la OMS, el 3,1% de la población mundial consume o ha consumido alguna sustancia ilícita, el uso de drogas es también más prevalente entre jóvenes que en adultos, y sobre todo en países industrializados. Por ejemplo, el 8% de los jóvenes de Europa Occidental y más del 20% en Estados Unidos consumen algún tipo de sustancia ilícita además del cannabis (OMS, 2005). Mientras que los datos de la ONUDD (2007) señalan que la prevalencia mundial anual de consumo de SPA es del 4,8%.
Por su puesto, el consumo varía según el tipo de SPA, por ejemplo, para el año 2005, la OMS reportó que en el mundo existen 1.200 millones de fumadores, el 50% de los varones y el 9% de las mujeres en los países en vía de desarrollo (OMS, 2005). Mientras que, de la población mundial, el 3,8% ha consumido marihuana el 0,3% cocaína, el 0,6% y el 0,2% ha consumido éxtasis, el 0,4% opiáceos y el 0,3% heroína, en los últimos 12 meses (ONUDD, 2007).
En Colombia, el problema frente a las SPA tiene múltiples dimensiones, la de la producción, el consumo y los problemas de violencia asociados al tráfico de estupefacientes. Según la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito (2008), en el año 2007 los cultivos de arbusto de coca aumentaron en un 27% con respecto al año 2006, por lo que continúa siendo el principal país productor de hoja de coca en el mundo. Teniendo en cuenta que el país presenta altos niveles de desempleo, los grupos insurgentes al margen de la ley coaccionan a los campesinos a cultivar coca y amapola, y cada laboratorio clandestino implica una inversión de 150 dólares, y produce la misma cantidad de dinero en ganancia al día.
Así, en el ámbito local, el consumo de SPA tiene características específicas en la población colombiana y en los jóvenes universitarios. No se puede desconocer la situación de Colombia, como principal país productor de hoja de coca en el mundo, y productor importante de otras sustancias. Los indicadores de consumo también señalan la magnitud del problema, y ubican a Colombia como un país altamente consumidor, la idiosincrasia del país favorece este fenómeno especialmente en torno al consumo de SPA lícitas, que es aceptado socialmente y está marcado por costumbres de iniciación, como el caso del alcohol. Como lo señala Fandiño (2008) el alcohol constituye un acompañante infaltable en distintos escenarios y situaciones de interacción humana, lo que no dista mucho de la percepción de los diferentes países de Latinoamérica. De la misma forma, el consumo de THC, cocaína y basuco (pasta base) presenta altos indicadores de prevalencia de consumo, por la facilidad de acceso a la sustancia; en cuanto a la distribución en diversos espacios públicos y el bajo costo de la misma.
Es claro que el consumo, en términos de incidencia y prevalencia, continúa en aumento, la edad de inicio es cada vez menor, el tráfico de sustancias continúa en expansión, el consumo de sustancias legales presenta un aumento y la percepción de estas como SPA disminuye. Se hace manifiesta entonces la necesidad de diseñar e implementar intervenciones de alto impacto, que den solución a la problemática asociada al consumo de SPA, lo que se exige un proceso de evaluación continuo, que supere los nodos producidos por las concepciones y juicios de valor (ONUDD, 2003). Es necesario conocer el fenómeno en todas las dimensiones que sea posible: desde las necesidades percibidas en términos de calidad de vida, la magnitud del problema, las variables ambientales y personales que influyen en el consumo, los factores de riesgo-protección, los factores antecedentes y de mantenimiento y el contexto político y administrativo que sirve de plataforma para la implementación de los programas a la comunidad (Green & Kreuter, 1991).
El abuso de alcohol presentaba una prevalencia de vida del 6,7%, uno de cada 15 colombianos; mientras que el 2,3% de la población general presenta dependencia a esta sustancia (MINPS, 2005). En la población colombiana, uno de cada diez hombres y una de cada ochenta mujeres, presentan consumo abusivo de alcohol; el 1,2% de los adolescentes entre los 12 y 17 años son dependientes a esta sustancia, el 1,7% de los hombres y el 0,7% de las mujeres; mientras que entre los 18 y 29 años el 8,4% presenta dependencia, el 15,4% de los hombres y el 2,7% de las mujeres según el test CAGE (MIPS, 2007)
En cuanto al consumo de Marihuana, el 11,1% de la población general en Colombia, ha consumido alguna vez en su vida; el 20,0% del total de los hombres lo ha hecho, frente al 4,2% de las mujeres (MINPS, 2005). Por su parte, el consumo de cocaína presenta una prevalencia de vida para el total de la población del 3,7%, el 7,2% de los hombres y el 1,0% de las mujeres (MINPS, 2005). El 0,9% de los universitarios consume cocaína (Varela & Cols, 2007).
Los daños asociados son destacables, el 10,6% de los colombianos han presentado algún tipo de trastorno asociado al uso de SPA, el 1,0% ha presentado abuso de drogas y el 0,6% dependencia a estas. Además este estudio señala que la edad de aparición de los trastornos asociados al consumo de sustancias oscila entre los 18 a 26 años, la dependencia a las drogas tiende a aparecer a los 18 años y el abuso a los 20 años (Ministerio de la Protección Social, 2005).
En este contexto, la presente investigación pretende dar cuenta de la magnitud del consumo para un segmento poblacional definido, los estudiantes universitarios, adolescentes jóvenes. Se propone realizar la descripción de consumo de SPA en adolescentes-jóvenes, estudiantes universitarios, desde una evaluación que incluya el consumo en términos de prevalencia de consumo, historia, tipo de consumo, también explorar aquellas condiciones que puedan ser consideradas como factores de riesgo y factores de protección, y finalmente, aquellos daños y riesgos asociados al consumo.
Se reconoce que la investigación en torno al consumo de SPA en adolescentes-jóvenes tiene implicaciones éticas importantes, por una parte, ha contribuido a incrementar la percepción del adolescente-joven como consumidor, lo que constituye un problema que debe ser resuelto a partir del rigor de las mismas investigaciones y la divulgación de los resultados. Por otra parte, ha servido para prestar atención frente a la condición de vulnerabilidad que acompaña este momento del ciclo vital, dar cuenta de la dimensión del consumo sobre la base de la evidencia, y determinar las variables relacionadas a fin de dar respuestas prácticas y realistas frente al fenómeno. Esto funda un desafío al que investigaciones, como la que se propone, deben responder, desde una aproximación objetiva con el rigor epistemológico, ontológico y metodológico que garantice un acercamiento lo más próximo al estado de cosas (Montero, 2001).
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